Las personas que hacen ejercicio físico, que cuida su nutrición, que están más tranquilas, que son más serenas, que son más entusiastas están más conectadas con su dimensión emocional.
Son personas más agradecidas, son personas más generosas. La persona que cuida sus procesos mentales, que practica meditación, que consigue equilibrar la mente caótica, es una persona que potencia las funciones de su cerebro.
Resulta que es una persona que cuida mejor de la naturaleza, que es más amable, más afectiva con la naturaleza es una persona más positiva.
La persona que por las mañanas, en lugar de enfadarse ante la cantidad de cosas que tiene que hacer, muestra una gratitud por tener un día más que poder vivir. Es una persona que curiosamente vive con más equilibrio mental y con más salud física.
Entonces son las dimensiones humanas están entretejidas. La dimensión mental y la dimensión espiritual, son dimensiones sutiles, pues hasta que la ciencia no ha mostrado cómo esas dimensiones tienen un impacto a nivel corporal las personas no han creído.
¿Porque estás hablando de momentos de silencio, momentos de gratitud? ¿Cómo puede ser que seguimos sin sacar tiempo para una cosa que nos da tantos beneficios? Porque la lente a través de la que miramos la realidad es una lente defectuosa. O sea, nosotros nos creemos lo que nos dice la lente. Cuando la lente lo que nos está diciendo no es verdad, la lente nos está mostrando el mundo mental, no nos está mostrando el mundo real.
Es decir, si yo en el mundo real tengo tiempo, pero en el mundo mental no lo tengo, yo daré más valor, más credibilidad al mundo mental que al mundo real. Pongo un ejemplo que tenemos tiempo. Por supuesto que tenemos tiempo, que percibimos que no tenemos tiempo. ¡Por supuesto que percibimos que no! Ahora voy a poner este ejemplo tan sencillo.
Una amiga encuentra en una casa de su bisabuelo una un cajón que por alguna razón no lo habían visto antes. Lo abre y había un periódico de su abuela. Es alemán. Un periódico de aquella época, comienzos del siglo 20, sección de sucesos. Un tranvía atropella y mata a un anciano de 41 años. Al comienzo del siglo 20, una persona de 41 años era un anciano.
Hoy podemos vivir hasta los 90 años fácilmente y nuestros hijos vivirán probablemente más allá de los 100.
¿Cómo es posible que nos quejemos del tiempo? El tiempo es nuestra gran excusa. Nosotros no tenemos un problema de tiempo, tenemos un problema de prioridades, de administrar ese tiempo.
Nos cuesta mucho decir no a ciertas cosas, y tenemos que entender que hay tiempo para hacerlo fundamental, pero no hay tiempo para hacer todo.
Entonces, uno tiene que decidir qué es lo esencial en su vida. Puede que te preguntes: ¿No he tenido tiempo para qué? No he tenido tiempo para hacer lo fundamental. ¿No, a lo mejor no has tenido presente lo que era fundamental en el tiempo que has tenido y por qué siempre?
La clave está en encontrar tu propósito de vida y vivir para tu propósito.